domingo, 9 de marzo de 2008

LA GERENCIA EN EL CAOS

El concepto de caos a menudo puede crear en nosotros una idea negativa, una visión de desorden en donde las cosas no funcionan bien, en un mundo en donde lo establecido y lo "correcto" es precisamente el orden.
El gerente debe tener la capacidad y el tiempo necesarios para darle sentido a cientos y a veces miles de actividades que confluyen en bienes o servicios, pero que ninguna de ellas tomadas por separado llegan a tener significado alguno. Por eso es que no puede ser un buen gerente aquel que no esté francamente interesado en producir en el que todos encuentren una explicación al propio trabajo cotidiano.
Un buen gerente debe saber que el orden siempre va a ser contingente, como parte integrante de los equilibrios inestables que se generan por fuerzas antagónicas que están dentro de los seres humanos, y en el marco de cada una de las creaciones humanas. El ser humano es tanto razón como pasión, sabe lo que debe hacer, y hace lo que quiere hacer, y la mayoría de las veces no hay coincidencias entre una y otra opción.
Aprender a vivir en el caos no significa aprender a controlarlo, ni a predecirlo. Al contrario somos parte del caos, no nos podemos considerar como elementos aparte. ¿Lo anterior propone que jamás estaremos en condiciones de obtener una verdad total de nuestro mundo? ¿Es reconocer que entre mas avanzamos en el conocimiento nos damos cuenta de nuestra tremenda ignorancia?
Finalmente habría que concluir que el caos es la tensión necesaria para producir el progreso. Tal vez por eso los viejos no se cansaban de repetir que la necesidad es la madre de la civilización. Es precisamente la lucha perenne entre la barbarie y la civilización la que provoca soluciones transitorias con apariencia de orden social. No obstante, nunca hay que olvidar la complejidad del mundo civilizado que hemos concebido y llevado adelante. Nunca nos podremos desentender de su ambivalencia, de los efectos perversos de las buenas ideas y de los efectos benignos de las malas realizaciones. Tal vez por eso hemos inventado las moralejas, por el afán de sacar alguna lección moral de todo lo que producimos.